“Es que no me criaron para ser tratada así”, le dije. Cual Golem autómata al que le pusieron aquellas mágicas palabras bajo el paladar, me encontré a mí misma repitiendo aquella línea de Owen Wilson en “Viaje a Darjeeling”. Y, de alguna manera, también me encontré tomando una nueva forma.
“Pero, cuando pasó, a vos ya te habían criado” retrucó ella, tranquila, siempre generando alguna afección en mí. Y claro, ahí empecé de cero. De nuevo.
Narrar es fácil si uno puede captar el orden de la experiencia, hace decir Piglia a unos de sus personajes. Porque es ahí donde está la cuestión. ¿Qué es un orden? el final es inminente e inevitable. Toda vida concluye con la muerte. Pero qué trasciende el final, qué lógica encierra la experiencia, qué importa realmente.
Por ahora, soy muy joven para reconocer el orden de la experiencia. Pero creo fehacientemente que lo que prima siempre, más allá de la muerte, de la experiencia, son las buenas historias. Narrar, escuchar, escribir, son todos infinitivos en los que habitan múltiples posibilidades disfrazadas de resguardo, recovecos para esconderse de la rutina y de la muerte. Allí está la real trascendencia.
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