lunes, 22 de marzo de 2010
mercyless monday
Hermann Hesse
Lo necesito. Repasar cada hecho, cada palabra, cada imagen construida a partir de un recuerdo. No puedo soltar la memoria de los momentos más dolorosos. Esos tiempos de palabras escupidas, de polvos en horario de consultorio y de plagas en los placares. De mierda en las paredes y en los corazones. Tiempos de observar y entenderlo todo. De mis silencios de chiquita que terminaron durando hasta grande.
Los repaso, como si abriera un álbum de fotos. Trato de que no se me escape una palabra, una mirada; que ningún cabo de esa historia que todavía vivo con lejanía y cercanía quede suelto.
Supongo que es la necesidad de volver a contarme esa historia una y otra vez hasta que me la pueda olvidar. Destrozarla, despedazarla. Hacerla poema, cuento o canción. Y que la maldición de la buena memoria quede encerrada en el espejo mientras yo salgo a caminar con mi reflejo, sonriente y aliviado de no cargar con las arrugas de un recuerdo cansado.
miércoles, 10 de marzo de 2010
El grano de la voz
La música
Los libros
Las palabras
Dolientes
Habladas
Las guardadas
Las tuyas
A otras
A mis ojos
Tu voz
Des-granando-me
Vos
Tu voz
Rebalsa
Acá
Donde quedaba
Yo
Antes del diluvio.
Devenires
Sin embargo, algo pasaba. Había algo en ella que no podía reconocer. Siempre le había resultado muy fácil llamar la atención de los hombres, sobre todo cuando ya los había elegido de antemano.
Hasta que el acercamiento sucedió. Él, con esa energía que funcionaba como un imán para ella, se aproximó, mirándola fijo, seduciéndola con esa tensión que generaba sólo estando ahí, parado. “Es que vos sos una zanahoria, y yo sólo un pimpollito”, le explicó.
Y así comenzó una relación que tenía su fin enraizado allí, justo en el inicio. Una mujer, un hombre, una zanahoria, un pimpollito. Encontrados en sus diferencias, desencontrados por sus diferencias. ¿A quién no le pasó alguna vez?
Narrar, escuchar, escribir
“Pero, cuando pasó, a vos ya te habían criado” retrucó ella, tranquila, siempre generando alguna afección en mí. Y claro, ahí empecé de cero. De nuevo.
Narrar es fácil si uno puede captar el orden de la experiencia, hace decir Piglia a unos de sus personajes. Porque es ahí donde está la cuestión. ¿Qué es un orden? el final es inminente e inevitable. Toda vida concluye con la muerte. Pero qué trasciende el final, qué lógica encierra la experiencia, qué importa realmente.
Por ahora, soy muy joven para reconocer el orden de la experiencia. Pero creo fehacientemente que lo que prima siempre, más allá de la muerte, de la experiencia, son las buenas historias. Narrar, escuchar, escribir, son todos infinitivos en los que habitan múltiples posibilidades disfrazadas de resguardo, recovecos para esconderse de la rutina y de la muerte. Allí está la real trascendencia.
jueves, 4 de marzo de 2010
De escritura, agenciamientos y paisajes
Friedrich Nietzsche
Virginia Wolf pertenece a aquel grupo de escritores por los que Deleuze se desliza para explicar la idea de huida en la literatura.
“Thomas Hardy, Melville, Stevenson, Virginia Wolf, Thomas Wolfe, Lawrence, Fitzgerald, Miller, Kerouac. En ellos todo es huida, devenir, paso, demonio, relación con el exterior.”
Los saltos de una época a la otra, la manera en que lo sublime aparece a afirmar la vida, hacen que Virginia Wolf tenga un lugar especial en esa lista de escritores en la que Deleuze recomienza, entra y sale cada vez que los recorre.
“Dios sabe por qué la amamos tanto, por que la vemos así, creándose, construyéndose alrededor de una, revolviéndose, renaciendo de nuevo en cada instante; pero las más horrendas arpías, las más miserables mujeres sentadas ante los portales (bebiendo su caída) hacen lo mismo; y tenía la absoluta certeza de que las leyes dictadas por el Parlamento de nada servían ante aquellas mujeres, debido a la misma razón: amaban la vida.”
Sin embargo, Deleuze plantea que el deseo que habita en la literatura, como proceso de producción creativo, es una operación ambigua, ya que allí en la línea de fuga también podemos encontrar todo aquello de lo que huimos.
La línea de fuga tiene sus peligros. Al igual que el cuerpo sin órganos, incluso la muerte es una posible estación en el trazo de la misma.
“Qué hacer para que la línea de fuga no se confunda con un puro y simple movimiento de autodestrucción, el alcoholismo de Fitzgerald, el desánimo de Lawrence, el suicidio de Virginia Wolf, el triste fin de Kerouac? La literatura angloamericana está atravesada por un oscuro proceso de demolición que arrastra consigo al escritor,¿una muerte feliz? Los peligros que se corren, la paciencia y las preocupaciones que hay que tomarse, las rectificaciones que constantemente hay que hacer para librarla de las arenas y de los agujeros negros: eso solo puede aprenderse en la misma línea, al mismo tiempo que se traza. No se puede prever. Una verdadera ruptura puede alargarse en el tiempo, no tiene nada que ver con un corte demasiado significante, constantemente tiene que ser protegida no sólo contra sus falsas apariencias, sino también contra sí misma y contra las reterritorializaciones que la acechan.”
Escribir es delirar. Bailar entre huecos y surcos. Tambalearse entre intervalos dibujando líneas creadoras. Y la creación, encanto y estilo, dan a la vida una fuerza no personal, superior a los individuos, brindando a la escritura un fin exterior que desborda lo escrito. “En realidad se trata de lo mismo: si la escritura no tiene su finalidad en sí misma es precisamente porque la vida no es algo personal. La única finalidad de la escritura es la vida, a través de las combinaciones que saca.”
La escritura se conjuga siempre con otra cosa q es su propio devenir. No hay ningún agenciamiento que funcione a partir de un único flujo.
Así Virginia Wolf, a partir de la escritura, abre un camino de múltiples entradas. Creación, intensidad mutante. Agenciamiento sin identidades, ni pasado ni futuro. Sólo líneas de fuga que se entrecruzan.
Deleuze plantea que “sólo se escribe por amor, toda escritura es una carta de amor: la real-literatur. Sólo se debería morir por amor y no de una muerte trágica. Sólo se debería escribir por esa muerte, o dejar de escribir por ese amor, o continuar escribiendo por ambas cosas a la vez”.
Virginia Wolf le escribe al amor, a su paisaje preferido, Leonard, antes de morir. “No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.”
En aquella línea de fuga, el amor rebasaba; mientras que en otra, la misma vida se desterritorializaba, terminando con ella.
Virginia Wolf fue la mejor combinación que pudo ser, lo que su potencia le permitió. Ella partió, evadió, jugó y bailó por líneas, por entre medio. Virginia Wolf logró huir, y con ella, la cifra de su propia combinación: un devenir-mujer, un devenir-escritor. Una tirada de dados y múltiples líneas creadoras que posibilitaron nuevas armas, nuevos comienzos.
El amor como lugar a habitar
Daniel Melero
“No hay nada de insólito en el amor”
Charles Bukowski
Un día después del recital, le pregunté si no se ponía nervioso antes de tocar. –Y…no-me dijo-. ¿Por qué lo haría? es lo que elegí y me hago cargo.
Hablamos de todo. Un poco en serio y un poco en broma. O mejor dicho, tratando a los temas solemnes (por llamarlos de alguna manera) con la seriedad que se merecen: ninguna.
Le pregunté si se había enamorado y me dijo que en sus treinta años se había enamorado tres veces. Pero yo presiento que esas mujeres son sólo parte de un solo y único amor, que es la música. Este paisaje que se llena de personas, libros y discos, todos unidos por la lógica del amor a la música, y que hacen huecos en su vida, llenando todos los espacios, en tanto y en cuanto estén al servicio de ella.
Insiste en algunas cuestiones que lo perturban: el matrimonio, las mujeres de su edad y la amargura con la que vive la gente “sin filo”, como le gusta decir a él.-mientras más creces, se vuelve un culo de botella; tus amigos se casan, abandonan sus sueños personales por mandatos sociales, viven mal, odian sus vidas; se compran autos y se aburren en sus vacaciones. Se olvidan de quiénes eran antes de que ese gusto amargo en la boca se haya vuelto rutina.-Es como ese poema de Bukowski, a ver ya vengo. En eso corre a la pieza, y busca su librito de poemas de Bukowski para leermelo:
Alguna gente es joven y nada más
alguna gente es vieja y nada más.
Y alguna gente está en el medio
sólo en el medio.
Y si las moscas usaran ropa
y todos los edificios ardieran en
fuego dorado,
si el cielo se sacudiera como
en la danza del vientre
y todas las bombas atómicas empezaran a
gritar,
alguna gente sería joven y nada más
y alguna gente sería vieja y nada más
y el resto sería lo mismo,
el resto sería lo mismo.
Los pocos diferentes
son eliminados bastante rápido
por la policía, por sus madres, sus
hermanos, y otros
por sí mismos.
Lo que queda es lo que
ves
es duro.-
-Y es así, no hay solución-suspira resignado. Y es lo mismo que dice cuando le hablas de amor.- Cuando te enamoras es así, no hay solución, hay que hacerse cargo o no seguir. Es lo que es-aclara determinante. Mientras me dice eso pienso que no hay nada de insólito en el amor.
Todo el tiempo pasan cosas. Gente que hace cosas, que al mismo tiempo conoce otra gente que hace cosas, y se unen para hacer más y distintas cosas. Para crear juntos. Encontrarse y crear algo nuevo que desde hace cinco minutos, o en cinco minutos ya empieza a formar parte del mundo. Y eso no tiene nada de novedoso o de insólito. El amor esta ahí, es ese lugar a habitar, una vida a elegir todos los días.
Dar por sentado el amor, como parte de una forma de ser, implica más aún una pérdida de referencia, un estancamiento en la esencia holgazana, en una identidad trunca que no concuerda con los vaivenes de las pasiones, de la devoción de toda una vida a amar algo, o de los encontronazos con algún que otro deber ser. Es una subestimación a la lucha cotidiana contra la policía, las madres, los hermanos o uno mismo, como diría Bukowski. La lucha por una vida dedicada a habitar la vocación, a llenarla de creación y no morir en el intento.
Estar en el amor, habitarlo, ocuparlo con creación para uno y para otros, eligiéndolo una y otra vez. Así construye el artista, viviendo en su pasión, no siendo dueño de nada, sino apropiándose para después abandonarlo al final del proceso creativo.
Pensar al amor como un lugar, a la vocación como una elección que se hace todos los días. Un “estar” diferente es lo que hace del amor un espacio de dedicación, un hueco a llenar que hay que alimentar y no una manera de ser.
Volviendo a él y a nuestra conversación (de la que en realidad nunca nos fuimos) entre horas y cafés, hablamos mucho acerca de música, para ambos uno de los temas preferidos de charla. Le conté que veía a la música como el último refugio de la identidad colectiva joven, o al menos como lo poco que quedó de ese concepto después del menemismo. Y mientras hablábamos de rock nacional, le pedí que me toque alguna de sus canciones. –Dalo por hecho, respondió contento.
Aproveché este momento suyo de concentración para observarlo atentamente. Sus ojos son tristes, y cuentan un pasado pesado que toma sin dramatismo, sino como algo suyo y ya. Su cuerpo, cauteloso. Según él, es cuidadoso porque en realidad es muy torpe. Sin embargo, dudo mucho de esto.
Sus canciones también son tristes, pero en algún punto, se trata de una tristeza reconfortante. Como si esas palabras tan certeras y esa voz tan genuina pudieran exorcizar nuestros cuerpos de aquellos demonios tan sólo llamándolos por su nombre, ese nombre que autoriza pero no justifica. El alivio del que logra nombrar lo siniestro.
Le digo que me gustan mucho sus canciones y sus letras, y le pregunto qué le gusta a él de las canciones. –Siento que la palabra cantada es mucho más poderosa que la palabra escrita. Es algo difícil de explicar, pero la palabra cantada entra directo. Algo pasa. Cosas muy fuertes pasan cuando escuchas una canción muy buena. En ese momento me vino a la cabeza esa frase que dice que todo cuerpo sometido a una música verdadera pasa por alguna alteración afortunada. Pero por alguna razón, no se la digo.
Él siente que no puede estar en otro lugar que en la música: creándola, escuchándola, tocándola. Todo lo demás lo aburre.
Ese es un amor de toda una vida, un amor al que llegó para quedarse. Él está ahí, en la música. Y no hay nada nuevo ni fácil en estar en el amor. Y mucho menos insólito. Pero sigue haciendo esa elección todos los días. Y está bien así.
Entre uno de los pocos silencios que hicieron presencia esa noche, le dije que se había hecho muy tarde y que me iba a ir a mi casa. Hablamos un rato más acerca de lo azaroso de los encuentros, y de cómo era el problema fundamental de prácticamente todas las relaciones humanas el forzar encuentros ya perdidos.
Alguna que otra vez me lo cruzo en recitales y me dedica una sonrisa honesta en cada saludo. Yo le agradezco con este relato el enseñarme sin querer el significado del amor.
El infierno de una dama y otras banalidades
A quien quiera leer
Si hay algo que me caracteriza es que amo mucho. Amo con todo mi cuerpo, órganos, síntomas. Cuando amo, lo hago hasta la última gota.
Amo las historias. Amo las palabras, cuando quieren decir, amo las sonrisas, cuando las palabras no alcanzan a nombrar. Amo la música porque me salvó y porque vaya donde vaya, tenga lo que tenga, la música está allí, en todos lados. Llevándome para que la lleve.
Claro que amar tiene sus gajes. Claro que se le atribuye muchos otros sentimientos que tienen más que ver con la autopreservación que con el amor en sí. Ellos también viven en mí. Sin embargo, el amor logra reinar por sobre todas las cosas.
Por una razón muy simple: el amor es el motor del deseo, de los sueños. Del anhelo por una vida cada vez más nuestra y menos del Estado, de nuestros padres, o de lo que fuere. En el amor hay una constante afirmación de la vida.
Porque festejo que mi vida sea cada vez más mía, me parece un buen momento para compartir aquellos textos, relatos, ensayos, crónicas en los que me encontré contándome historias para entender la mía un poco más.
Con los pies sucios de tanto caminar y la sonrisa nerviosa de la primera vez, les doy la bienvenida a mi pequeño mundo hecho de palabras, mi jardín de textos. Bienvenidos